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Tepapayeca: unidos ante la adversidad

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La localidad de Tepapayeca, en el Estado mexicano de Puebla, sufrió el azote del seísmo de 2017 y padeció como tantas otras los efectos de la pandemia. Pero pocas comunidades habrá más dispuestas a hacer frente a la adversidad todos unidos: la escolarización de los niños, la falta de viviendas y fondos, la conservación del patrimonio… No hay problema que no hayan tomado en sus propias manos, porque recibir ayuda de las autoridades está muy bien, pero si se demora, resignarse no es una opción.
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Tepapayeca, una pequeña comunidad del municipio de Tlapanalá, en el estado mexicano de Puebla, es una de las muestras de cómo la unión de sus pobladores consigue hacer frente a cualquier desafío. Fue casi completamente destruida por el terremoto de 2017 y ahora, cuatro años después, tiene que luchar contra la crisis sanitaria del coronavirus.

A solo tres horas en automóvil de la Ciudad de México, Tlapanalá trabaja todavía para terminar la reconstrucción de los daños provocados por el temblor. "Llegó mucho apoyo después del sismo", cuenta su presidente municipal, Lorenzo Pliego, que calcula que aún queda un 30 % por reparar, a pesar de que "se han gestionado aproximadamente 250 casas" en este tiempo.

Sin embargo, en la comunidad de Tepapayeca la destrucción fue mayor. Muchas personas perdieron sus hogares, construidos con adobe, ladrillos de barro y paja, que no resistieron la sacudida. Afortunadamente no hubo pérdidas humanas, pero cuatro años después los estragos siguen presentes en cada calle, donde se aprecian restos de construcciones caídas o grietas en las paredes.

En esta población viven alrededor de 1.700 habitantes, muchos de los cuales vieron cómo se derrumbaban sus casas enteras, mientras que todos recuerdan la impactante caída del campanario de la iglesia.

La parroquia, que es parte del antiguo Convento de la Purificación de Santa María Tepapayeca, se ha mantenido cerrada desde entonces. El acceso al público no está permitido porque todavía no se han podido reparar todas sus fallas estructurales. La iglesia sigue en ruinas.

El presidente eclesiástico y cuidador de la iglesia, Soilo Cortazo, cada 15 días abre la parroquia para limpiarla y evitar que se llene de humedad. Cuenta que urge reparar el techo, que está a punto de colapsar, así como un agujero por donde entra el agua de lluvia que ha provocado la inundación del recinto.

Aunque los vecinos, con ayuda de un empresa, han hecho pequeños arreglos, ni él ni nadie de la comunidad está autorizado a reparar el inmueble, porque es competencia del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Sin embargo, no se producen avances, y el tiempo transcurrido ahonda los daños.

"El instituto no va a dejar ni un solo templo con daños"

El coordinador de sismos del INAH, Salvador Camarena, desde Mérida, en Yucatán, explica que "la magnitud de los daños [provocados por el terremoto] ascendió a 2.340 templos", y considera que "no hay ningún país que pueda abordar al mismo tiempo una restauración de todos los daños". Relata que este patrimonio requiere de "un trabajo muy cuidadoso, muy exhaustivo", puesto que son inmuebles cuya construcción "data de más de 500 años".

Según los datos que maneja el INAH, entre el 60 y el 65 % de los inmuebles afectados ya han sido reparados. "El Instituto no va a dejar ni un solo templo con daños", asevera Camarena, que defiende que se empleará todo el tiempo que sea necesario.

Pero Tepapayeca no solo tiene una iglesia. "Es una comunidad poco conocida, sin embargo tiene un gran peso histórico", cuenta Martín Moreno, uno de sus habitantes. "Tenemos una pirámide, un asentamiento de los aztecas", ilustra este vecino sobre un punto que era donde se recibían los impuestos y donde más tarde llegaron los españoles. "Es una gran cantidad de historia que nosotros tenemos", puntualiza.

Las polémicas casas 'gratuitas' 

Hace dos años el gobierno local entregó varios casas a los lugareños afectados, una especie de estructura de pocos metros cuadrados fabricada mayormente de plástico. Sin embargo, muchos de los vecinos ahora tienen problemas.

Irineo Luna, uno de esos vecinos, vio cómo su casa se derrumbó como consecuencia del terremoto. Recibió una de esas viviendas pero sostiene que fue parte de un fraude, porque después lo buscaron de un buró de crédito para pedirle un pago exorbitante por su nueva casa. 

"Nos la ofreció el gobierno con tres pagos de 1.050 - 1.150 [pesos] y un seguro", dice Luna, que asegura que después les llamaron para pedirles "90 y tantos miles de pesos". "Ninguno de nosotros hizo caso, entonces hoy nos piden más de 100.000 pesos, lo cual consideramos que esta casa no los vale", asegura.

Lamentablemente no es el único caso y su historia se repite en varias partes de la comunidad. Cuentan ya con un abogado y la situación está en conocimiento del gobierno municipal, pero la situación no se ha resuelto.

Leticia Morales, integrante de la cooperativa 'Mujeres de la Tierra y el Sol', lo corrobora. Relata que el presidente dijo que serían gratuitas pero que ya hay alrededor de 40 casitas a las que les han llamado del buró de crédito.

Se suma la pandemia

El problema se ve ahora agravado con la llegada del coronavirus. "Y ahorita con lo de la pandemia, pues muchos se quedaron sin trabajo", dice Morales, que desgrana que en la comunidad hay muchas madres solteras, muchos negocios inactivos y "todo está como paralizado".

Asesoradas y apoyadas por organizaciones civiles, mujeres como Leticia formaron un colectivo que se reúne cada semana para apoyarse, con ideas como un banquito comunitario para ahorrar, dándose soporte para mejorar su salud emocional, e incluso, desarrollando iniciativas sostenibles como baños ahorradores y, próximamente, un recolector de agua de lluvia.

Mientras, la mayoría de los hombres trabajan en el campo en unas largas jornadas que suelen empezar casi de madrugada y extenderse, casi siempre, hasta la noche. En esta zona se produce cacahuete, maíz, jitomate, cebolla o caña. En los buenos tiempos pueden ganar unos 9 dólares por día.

En estos duros tiempos han surgido ideas que han unido a la población, como una especie de academia para atender a los niños que se quedaron 18 meses sin escuela. Se diseñó una estrategia alternativa a las clases virtuales, por las dificultades de acceder a Internet, mandando los cuadernillos en transporte público. Y se ha ayudado de manera comunitaria en la limpieza y puesta a punto de las instalaciones educativas.

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