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Chernóbyl: El santuario radioactivo donde la evolución escribe sus propias reglas

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En la zona de exclusión, la vida ha florecido, transformando un escenario de desastre nuclear en una inesperada oportunidad de supervivencia para diversas especies raras al borde de la extinción.
Chernóbyl: El santuario radioactivo donde la evolución escribe sus propias reglas

En la zona de exclusión de Chernóbyl (Ucrania), donde los edificios derruidos cuentan historias de abandono, se esconde una paradoja: un santuario de vida en el epicentro de la tragedia nuclear. 38 años después del colapso del reactor, este paisaje envenenado se ha convertido en un laboratorio viviente, donde la evolución escribe sus propias reglas en el terreno cargado de radiación. Aquí, la flora y fauna han encontrado formas de adaptarse y prosperar, desafiando las expectativas de la biología.

Mitos y realidades

Los rumores de criaturas deformes—herederos de películas y videojuegos—chocan con un hecho científico: no hay monstruos en Chernóbil. Las mutaciones graves suelen ser letales: embriones con ADN destrozado no sobreviven, y los pocos que nacen con malformaciones mueren rápidamente. 

Los científicos alertan que cazar en esta área, aunque los animales puedan parecer familiares, podría ser un juego mortal: consumir su carne irradiada implica riesgo de cáncer y otros síntomas desagradables. Lo peor es que es complicado predecir los efectos a largo plazo de la exposición a materiales radiactivos.

Las ranas de Chernóbyl: un traje negro contra el apocalipsis

En los humedales aledaños a Chernóbil, surge un fenómeno evolutivo extraordinario: las ranas arborícolas orientales ('Hyla orientalis') han intercambiado su verde esmeralda por un negro azabache. El ecólogo español Germán Orizaola descubrió que este cambio no es casual: la melanina, el pigmento que oscurece su piel, actúa como un escudo bioquímico. Neutraliza radicales libres y repara el ADN dañado por los rayos gamma.

Los ejemplares más oscuros, mejor equipados para resistir el impacto radiactivo inicial, lograron reproducirse y transmitir esta ventaja adaptativa a su progenie. Cuatro décadas después, el rasgo persiste como un legado genético, incluso cuando la radiación ambiental ha disminuido, evidenciando un proceso acelerado de selección natural.

Gusanos 'inmortales' en el suelo envenenado

Mientras las ranas saltan en la superficie, bajo tierra se esconde otro enigma: los gusanos nematodos recogidos por el biólogo de la Universidad de Nueva York Matthew Rockman. Estos diminutos organismos, conocidos por sobrevivir en entornos extremos, no mostraron daños genéticos pese a décadas en suelo radiactivo.

Estos gusanos podrían haber evolucionado para ser resistentes o poseer una resistencia innata, lo que pone en tela de juicio las creencias sobre el daño generalizado que causa la radiación.

Lobos con superinmunidad y perros con mutaciones genéticas

En la zona de exclusión, los lobos de Chernóbil son expuestos a dosis de radiación seis veces por encima del máximo permitido para humanos. Investigadores de la Universidad de Princeton descubrieron que los ejemplares que habitan las áreas más contaminadas poseen marcadores inmunológicos vinculados a una resistencia excepcional al cáncer. Este hallazgo podría tener profundas implicaciones para la medicina humana.

Junto a los lobos, otro grupo de supervivientes atrae atención científica: cientos de perros asilvestrados, descendientes de mascotas abandonadas en 1986, tienen mutaciones únicas en su ADN, que son diferentes de las de las poblaciones caninas en todo el mundo. Sin embargo, aún se desconoce si estos cambios son causados por la radiación y su impacto funcional sigue siendo incierto.

Aves alquimistas: el poder de los antioxidantes

Las aves, como las golondrinas y los arrendajos que habitan en zonas de alta radiación, producen una cantidad significativa de antioxidantes, que son moléculas capaces de neutralizar los radicales libres que dañan las células. El equipo internacional liderado por Timothy Mousseau descubrió que estas especies, gracias a este refuerzo bioquímico, experimentan menos mutaciones, lo que evidencia que la evolución está operando a nivel molecular.

El 'Bosque Rojo': donde la muerte y la vida se entrelazan

El 'Bosque Rojo', denominado por sus pinos carbonizados por la radiación, evoca el horror de los primeros días, cuando los pinos, consumidos por la lluvia radiactiva, adquirieron un tono rojizo fantasmal antes de desplomarse. En el suelo, aún se almacenan cesio-137 y estroncio-90, isótopos con vidas medias de 30 años, mientras que, en un giro irónico del destino, especies en peligro de extinción prosperan en la ausencia de la humanidad.

En los bosques y pantanos de la zona de exclusión, aves en peligro como la cigüeña negra, el águila de cola blanca y el búho, cuyas poblaciones están disminuyendo rápidamente a nivel global, han encontrado un refugio. Nutrias, tejones y linces, que figuran en la lista roja de especies amenazadas, han hallado un hogar en los bosques y ríos de Chernóbil, lejos del impacto humano.

A pesar del crecimiento poblacional de algunas especies, la radiación deja su huella: muchos animales enfrentan vidas más cortas, mayores tasas de mutación y una fertilidad reducida. Sin embargo, para estas especies raras al borde de la extinción, la zona de Chernóbil ha representado una inesperada oportunidad de supervivencia.

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