El canciller de Alemania, Friedrich Merz, admitió este sábado que el país sufre una "crisis estructural" en su economía y no simplemente "debilidad económica", afirmando que la resolución de los problemas económicos está resultando ser una tarea mucho más ardua de lo que había previsto.
"No solo estamos atravesando un periodo de debilidad económica, sino que nos encontramos en una crisis estructural de nuestra economía", declaró el mandatario en un discurso en una conferencia de su partido, Unión Demócrata Cristiana, en la ciudad de Osnabrück, en Baja Sajonia.
Al mismo tiempo, Merz criticó el trabajo de su Gobierno de coalición, indicando que no está "satisfecho con lo que hemos logrado hasta ahora", y pidió a sus aliados que hagan más para poner en práctica su política acordada "crítica con la inmigración y favorable a la industria".
"A más tardar esta semana, nadie debería hacerse ilusiones sobre la profundidad y el alcance de los retos a los que nos enfrentamos", dijo el mandatario, agregando que la resolución de problemas económicos del país es una tarea "más grande de lo que uno u otro podían haber imaginado hace un año".
"La economía ya no es competitiva"
Con la economía alemana registrando una contracción del 0,3 % en el segundo trimestre en comparación con los tres primeros meses del año, Merz subrayó que "gran parte de la economía ya no es realmente competitiva". En este contexto, el líder alemán destacó que "uno de los muchos mensajes" de esta tendencia es la caída del 36 % en los beneficios después de impuestos del gigante automotriz Volkswagen.
"La calidad sigue siendo buena y los dirigentes empresariales son conscientes de estos retos. Pero las condiciones subyacentes en Alemania simplemente no han sido lo suficientemente buenas durante la última década", valoró. Asimismo, el mandatario manifestó que Alemania quiere "seguir siendo un país industrializado" y para eso se necesitan mejores condiciones para los empresarios, menos burocracia e incentivos fiables para la inversión.
El rechazo del gas ruso
La recesión económica en Alemania comenzó tras su rechazo al gas ruso y la imposición de sanciones a gran escala contra Moscú. La sustitución de los recursos energéticos rusos por alternativas mucho más caras ha tenido un fuerte impacto en el desarrollo de la industria germana y en el aumento de los precios de los productos que fabrica.
Debido a este encarecimiento de la energía, numerosas empresas decidieron trasladar su producción al extranjero. Además, el país aumentó drásticamente las compras de fertilizantes rusos, ya que la producción local se volvió costosa. A pesar del empeoramiento de la situación económica, las autoridades alemanas continuaron imponiendo sanciones contra Rusia y aún no han podido hacer frente a las consecuencias de estas decisiones.