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Internet: De la libertad al ‘Guantánamo’ del siglo XXI
Últimamente Internet se ha convertido en un verdadero campo de batalla por la libertad de expresión. Sin embargo, a veces las fuerzas del orden no dudan en poner las esposas sobre las manos de los usuarios que luchan por sus convicciones en el ciberespacio.
Así, hace dos años el ciudadano británico Paul Chambers expresó su preocupación por no poder volar por mal tiempo, publicando en Twitter lo siguiente: “M*****, el aeropuerto de Robin Hood está cerrado. Tienen una semana para solucionarlo, en caso contrario, lo haré explotar”. Tras publicar este tuit fue detenido por 8 horas, además de interrogado y multado. A pesar de que ha ganado el proceso judicial, el escándalo le costó su puesto de trabajo y miles de dólares en abogados.
Otro caso sucedió en Francia, donde los estudiantes judíos, ofendidos por los comentarios antisemitas en Twitter, en el marco del conflicto palestino-israelí, lograron que la red de 'microblogging' eliminara el material controvertido, al amenazar a sus directivos a recurrir a un tribunal en caso contrario.
Cuando por escribir algo fruto del mal humor los usuarios terminan tras las rejas o cuando les prohíben decir algo porque su opinión política puede ofender a algunos, la gente empieza a dudar de que realmente se pueda expresar libremente y, como resultado, no se dicen las cosas que a veces deben ser dichas, alerta Jim Kinnok, de Open Society Group.
“Si alguien es poco amable hacia mí, tengo derecho a responderle. No quiero tener el derecho de llamar a la Policía para que lo detengan. No creo que esto sea una prueba de la sociedad libre”, apunta a su vez el periodista Ally Fogg.
Otro caso sucedió en Francia, donde los estudiantes judíos, ofendidos por los comentarios antisemitas en Twitter, en el marco del conflicto palestino-israelí, lograron que la red de 'microblogging' eliminara el material controvertido, al amenazar a sus directivos a recurrir a un tribunal en caso contrario.
Cuando por escribir algo fruto del mal humor los usuarios terminan tras las rejas o cuando les prohíben decir algo porque su opinión política puede ofender a algunos, la gente empieza a dudar de que realmente se pueda expresar libremente y, como resultado, no se dicen las cosas que a veces deben ser dichas, alerta Jim Kinnok, de Open Society Group.
“Si alguien es poco amable hacia mí, tengo derecho a responderle. No quiero tener el derecho de llamar a la Policía para que lo detengan. No creo que esto sea una prueba de la sociedad libre”, apunta a su vez el periodista Ally Fogg.
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