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Irak muestra sus heridas sin cicatrizar 10 años después de la invasión estadounidense
Este martes se cumplen diez años de la toma de Bagdad por parte de EE.UU. Una década después, en la ciudad iraquí de Kirkuk los intereses que genera su petróleo y la violencia sectaria evidencian el caos que vive el país árabe luego de la invasión.
Hace tan solo unos meses Fallah Hendi Mahmoud, vecino de Kirkuk, no podía andar ni con muleta. Estaba inválido. Durante varios años, un atentado le arrebató la movilidad en sus extremidades inferiores. Pero su tragedia, afirma, es solo una de las miles que generó la invasión militar estadounidense de 2003.
"Miles de iraquíes resultamos heridos o fuimos asesinados. Nuestras casas han quedado destrozadas. No esperábamos una guerra como ésta, ni el río de sangre que ha provocado. ¿Quiénes son las víctimas? Gente inocente como yo", se lamenta Fallah.
Kirkuk se ha convertido en el espejo del futuro incierto que se cierne sobre Irak. Su población es un reflejo del complejo crisol de etnias que habitan el país: sunitas, kurdos, turcomanos y chiítas. Esta ciudad también es un símbolo de la violencia sectaria que se ha desatado en los últimos años.
Cuando sus habitantes alzan la voz, muchos acaban haciendo preguntas de difícil respuesta. "¿Dónde está la democracia? La democracia debería implicar seguridad en el país. La gente se debería respetar. Pero ahora uno sale de su casa y no sabe si volverá”, señala Fallah.
En 2012, solo en esta ciudad iraquí fueron asesinadas más de 500 personas, un 10% de los caídos por la violencia en todo el país. Sin embargo para ciudad de Kirkuk, su 'tesoro' más preciado es en gran parte la causa de su desdicha. Lo que para muchos, en diferentes lugares del mundo, sería una bendición, la riqueza del petróleo que se extrae de su subsuelo es el principal flagelo de sus vidas.
En Kirkuk se encuentra una de las principales reservas de petróleo del mundo. Los juegos políticos de su élite y sus intereses económicos no parecen soplar a favor de la mayoría de sus ciudadanos. "El problema no está en las diferentes etnias. Desafortunadamente, todo reside en el petróleo, el oro negro. Detrás de ese petróleo se esconden los intereses políticos", opina el ciudadano kurdo Karwan Abdel Al Rahman.
A pesar de lo incierto del panorama, este ciudadano sigue viendo el vaso medio lleno cuando habla del Irak post-Sadam. "Pasados siete meses de que cayera Sadam Hussein, yo seguía pensando que sus soldados vendrían a por nosotros. Los castigos y las torturas hicieron que, tras varios meses, siguiéramos teniendo miedo”, confiesa Karwan.
Aunque en la actualidad su vida está lejos de haber vuelto a la normalidad, este vecino kurdo asegura que el número de atentados ha descendido. "No tenemos control de las explosiones. No sabemos ni cuándo, ni cómo, ni quién hará el siguiente atentado. Cuando voy en mi coche con mis hijas bajo todas las ventanillas. Creo que si hay alguna explosión, los cristales no nos impactarán o, al menos, el golpe será menor", dice.
En las calles de Kirkuk, ubicada a casi 300 kilómetros de Bagdad, la mayoría de la gente, hastiada de la violencia, pide más diálogo y más determinación a sus políticos. "Nosotros quisiéramos que los políticos se sentaran a hablar en una mesa para resolver nuestros problemas. Que lo hicieran hablando y no a través de la guerra. Ya hemos tenido suficiente destrucción", reconoce el jefe de la tribu kurda, Zangana Othman Abdul Karim.
Kirkuk es una parte del oscuro túnel que atraviesa Irak. Pero lo más desgarrador quizá sea la sombra de un nuevo conflicto que muchos atisban en el horizonte, y que vuelve a cubrir de miedos y de dudas la esperanza de miles de iraquíes.
"Miles de iraquíes resultamos heridos o fuimos asesinados. Nuestras casas han quedado destrozadas. No esperábamos una guerra como ésta, ni el río de sangre que ha provocado. ¿Quiénes son las víctimas? Gente inocente como yo", se lamenta Fallah.
Kirkuk se ha convertido en el espejo del futuro incierto que se cierne sobre Irak. Su población es un reflejo del complejo crisol de etnias que habitan el país: sunitas, kurdos, turcomanos y chiítas. Esta ciudad también es un símbolo de la violencia sectaria que se ha desatado en los últimos años.
Cuando sus habitantes alzan la voz, muchos acaban haciendo preguntas de difícil respuesta. "¿Dónde está la democracia? La democracia debería implicar seguridad en el país. La gente se debería respetar. Pero ahora uno sale de su casa y no sabe si volverá”, señala Fallah.
En 2012, solo en esta ciudad iraquí fueron asesinadas más de 500 personas, un 10% de los caídos por la violencia en todo el país. Sin embargo para ciudad de Kirkuk, su 'tesoro' más preciado es en gran parte la causa de su desdicha. Lo que para muchos, en diferentes lugares del mundo, sería una bendición, la riqueza del petróleo que se extrae de su subsuelo es el principal flagelo de sus vidas.
En Kirkuk se encuentra una de las principales reservas de petróleo del mundo. Los juegos políticos de su élite y sus intereses económicos no parecen soplar a favor de la mayoría de sus ciudadanos. "El problema no está en las diferentes etnias. Desafortunadamente, todo reside en el petróleo, el oro negro. Detrás de ese petróleo se esconden los intereses políticos", opina el ciudadano kurdo Karwan Abdel Al Rahman.
A pesar de lo incierto del panorama, este ciudadano sigue viendo el vaso medio lleno cuando habla del Irak post-Sadam. "Pasados siete meses de que cayera Sadam Hussein, yo seguía pensando que sus soldados vendrían a por nosotros. Los castigos y las torturas hicieron que, tras varios meses, siguiéramos teniendo miedo”, confiesa Karwan.
Aunque en la actualidad su vida está lejos de haber vuelto a la normalidad, este vecino kurdo asegura que el número de atentados ha descendido. "No tenemos control de las explosiones. No sabemos ni cuándo, ni cómo, ni quién hará el siguiente atentado. Cuando voy en mi coche con mis hijas bajo todas las ventanillas. Creo que si hay alguna explosión, los cristales no nos impactarán o, al menos, el golpe será menor", dice.
En las calles de Kirkuk, ubicada a casi 300 kilómetros de Bagdad, la mayoría de la gente, hastiada de la violencia, pide más diálogo y más determinación a sus políticos. "Nosotros quisiéramos que los políticos se sentaran a hablar en una mesa para resolver nuestros problemas. Que lo hicieran hablando y no a través de la guerra. Ya hemos tenido suficiente destrucción", reconoce el jefe de la tribu kurda, Zangana Othman Abdul Karim.
Kirkuk es una parte del oscuro túnel que atraviesa Irak. Pero lo más desgarrador quizá sea la sombra de un nuevo conflicto que muchos atisban en el horizonte, y que vuelve a cubrir de miedos y de dudas la esperanza de miles de iraquíes.
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