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Ataque a Nord Stream: el doble rasero o cómo funciona la desinformación occidental

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Ataque a Nord Stream: el doble rasero o cómo funciona la desinformación occidental

Seymour Hersh es un periodista de prestigio y talla mundial que adorna su conciencia con algunos de los escándalos más importantes y reveladores de los últimos cincuenta años: La masacre de My Lai, las cloacas de la CIA, las torturas en Abu Ghraib o las dudas al respecto de la muerte de Osama Bin Laden. Casi nada.

Hersh, que cuando escribió su última primicia mundial pudo contemplar la infinidad de premios que sus vitrinas ostentan, Pulitzer incluido, no tuvo más remedio que publicar de forma marginal su investigación al respecto de la destrucción de los gasoductos Nord Stream. En España, fue la revista 'Contexto' la que publicó su investigación, —muy detallada, por cierto— y las redes sociales más subversivas se encargaron de difundirlas. Ese es el nivel de las democracias occidentales en la actualidad, muy inferior al existente, al menos en cuanto a la pluralidad informativa, a hace medio siglo.

El diario El País, por ejemplo, la cabecera más importante en España, no solo pasó de puntillas por el asunto, sino que intentó desprestigiar Hersh. Sí, el premio Pulitzer que desveló la masacre de My Lai o las torturas de Abu Ghraib, ya no es creíble. De hecho, lejos de ser un referente, Hersh ahora solo es una diana más a la que disparar. Por ello, María Antonia Sánchez-Vallejo tituló, en su opinión del 25 de febrero de 2023, "Seymour Hersh, el periodista legendario cuestionado por su investigación del sabotaje del gasoducto" y subtituló "El premio Pulitzer, criticado en los últimos tiempos, despierta suspicacias por el artículo en que atribuye a EE.UU. la voladura del Nord Stream, el ducto diseñado para llevar el gas de Rusia a Alemania".

La principal crítica a su último trabajo, más allá de la obvia cuestión de su propia figura, gravita en que su versión se basa en una sola fuente anónima, como le ocurrió cuando desveló que Osama Bin Laden, en realidad, llevaba años detenido en Pakistán y que Barack Obama decidió cuando asesinarlo en función de sus intereses políticos. Según Sánchez-Vallejo, su caída en desgracia se produjo en la última década: "Pero la del Nord Stream no es la primera controversia que provoca. En 2013, rebatió la versión occidental de que el bombardeo conarmas químicas de Ghuta, un suburbio de Damasco, había sido obra del Ejército de El Asad y apuntó a la autoría de los rebeldes sirios… Dos años después publicó, en laLondon Review of Books, que EE.UU. y Pakistán habían mentido sobre las circunstancias de la muerte de Osama Bin Laden, y las suspicacias aumentaron, igualmente por el uso de fuentes anónimas e indirectas. Fue el punto de inflexión en su carrera, cuando se convirtió definitivamente en un outsider, siempre a la contra, uno de esos periodistas-activistas que toman partido y contra los que la ortodoxia periodística previene". Es evidente, pues, que Hersh ya no es para Occidente un periodista serio, sino "uno de esos periodistas-activistas que toman partido y contra los que la ortodoxia periodística previene".

¿Cuántas fuentes, documentación y verosimilitud sostienen la última versión del diario The New York Times

Hasta aquí, se podría aceptar el relato de Sánchez-Vallejo por el que Seymour Hersh, como le sucedió a otros grandes referentes periodísticos —Ryszar Kapucinski, Robert Fisk o Oriana Fallaci, señalados por la propia Sánchez-Vallejo— se han perdido para la causa. Incluso se podría aceptar aun cuando ello haya sucedido en los últimos años, justo cuando el nivel de degradación de los medios de comunicación les han hecho perder casi por completo la independencia e imparcialidad y se respiran aires cada vez más retrógrados y censores. De acuerdo.

Sin embargo, analicemos la versión publicada en los medios de comunicación occidentales que sirve, casualmente, para rebatir la de Hersh. Y utilicemos para ello de nuevo al diario El País. En esta ocasión, Macarena Vidal Liy y Elena G. Sevillano titulan "Investigaciones de EE.UU. y Alemania apuntan a un grupo proucranio como autor del sabotaje al gasoducto Nord Stream", y subtitulan "El diario 'The New York Times' y medios alemanes coinciden en que no hay pruebas de que el Gobierno de Zelenski conociera la operación".

En primer lugar, queda en evidencia que en el caso de Hersh se cuestiona tanto en el subtítulo como en el subtítulo la fuente mientras que, en el segundo caso, la fiabilidad es absoluta.

¿Son fiables las agencias gubernamentales, en un período de guerra y en el caso de una versión que, casualmente, permite desmentir una información que deja en mal lugar a sus gobiernos a la vez que ni siquiera es capaz de concretar quién ha sido el responsable? Pues parece ser que sí.

Y, en segundo lugar, en el titular se señala que el origen de la información se debe a "investigaciones". Es decir, en plural, lo que ofrece mucho más empaque. Pero, al analizar la noticia el titular pierde bastante peso: "No hay pruebas de quién ordenó el ataque, señalan estos medios, que han recopilado información de los servicios de inteligencia de varios países". Quédense con estas últimas palabras, "servicios de inteligencia de varios países", porque es una de las claves, ya que servicios de inteligencia de varios países serían los de EE.UU., Reino Unido, Francia y Alemania, por poner un ejemplo, pero también podrían ser los de EE.UU., Rusia, China y la India, por poner otro ejemplo radicalmente opuesto que permita comprender que la anterior afirmación puede provenir en realidad de la misma fuente, la occidental, mientras que, en el segundo ejemplo, nos encontraríamos con fuentes realmente diferentes. Pero, como no se señalan, es decir, como son tan anónimas como las de Hersh, resulta imposible contrastar la información. Fíjense, ya estamos en el mismo nivel de Hersh.

A ello habría que añadir una cuestión más: la fiabilidad de las agencias de inteligencia. Es decir, ¿son fiables las agencias gubernamentales, en un período de guerra y en el caso de una versión que, casualmente, permite desmentir una información que deja en mal lugar a sus gobiernos a la vez que ni siquiera es capaz de concretar quién ha sido el responsable? Y ello, además, cuando una de las funciones obvias de los servicios de inteligencia es el engaño y una de sus características principales es la falta de escrúpulos. Pues parece ser que sí.

Pero es que la indefinición de lo publicado llega a tal extremo que, según el artículo de Vidal y Sevillano, haciéndose eco de una información de Times, señala lo siguiente: "Las fuentes que han accedido a esos datos consideran lo más probable que los autores del ataque fueran 'ucranios o rusos, o una combinación de los dos', apunta". ¿Ucranianos, rusos o una combinación de ambos? Se llama ortodoxia periodística.

Honestamente, si uno analiza la información de Hersh, con la enorme cantidad de detalles, fechas y demás información y hace lo mismo con la versión difundida en The New York Times, Die Zeit oTimes, estas no solo no revelan pruebas o fuentes más consistentes que Hersh, sino que su versión, aunque pudiera ser veraz, es mucho más inverosímil.

Honestamente, si uno analiza la información de Hersh, con la enorme cantidad de detalles, fechas y demás información y analiza la versión difundida en The New York Times, Die Zeit oTimes, estas no solo no revelan pruebas o fuentes más consistentes que Hersh, sino que su versión, aunque pudiera ser veraz, es mucho más inverosímil. Convendrán en que una operación semejante, y cualquiera que tenga un mínimo de conocimiento de las dificultades que entraña volar los gasoductos de Nord Stream es consciente de ello, requiere de tal dificultad que es mucho más verosímil la versión de Hersh que la ofrecida por los medios occidentales, según la cual, unos "ucranios o rusos, o una combinación de los dos" ejecutaron a la perfección una operación de enorme dificultad en un momento de gran tensión y en una de las zonas más controladas del mundo y que, además, para ello burlaron a los servicios de inteligencia de Occidente.

Por desgracia, es muy probable que tengamos que esperar mucho tiempo, pues quizás hasta después de la muerte de Hersh este no pueda ser rehabilitado o condenado, ya veremos, pero nadie puede negar que la parcialidad occidental en los medios de comunicación occidentales, en este caso tomando como referencia al diario El País, se ha alejado un abismo con respecto a lo que debería haber sido. Máxime, cuando en ninguno de los casos hay pruebas o fuentes que se puedan confirmar.

Si según Sánchez-Vallejo, la versión de Hersh "para los más críticos, estaría a medio camino entre un montaje y la desinformación", al basarse en "método rayano en la desinformación", lo normal es que la versión de los servicios de inteligencia occidentales, mucho más inverosímil y endeble, debería haber merecido el mismo trato, tanto en visibilidad como en confiabilidad. No sea que se conviertan los periodistas de El País, y el resto de los medios de comunicación occidentales, en "uno de esos periodistas-activistas que toman partido y contra los que la ortodoxia periodística previene". Sobre todo, porque, de ser así, no sería la primera vez, he ahí 'Los Papeles de Afganistán', de Craig Whitlock, que ya dejó por mentirosos a los gobiernos occidentales y por periodistas-activistas a la mayoría de los periodistas de los medios de comunicación occidentales que publicaron sus informaciones como si fueran agencias de noticias. Veremos a ver, pero no pinta nada bien.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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