
9 de Mayo en el alma: la huella de la Segunda Guerra Mundial en Rusia

Es imposible entender Rusia sin el 9 de Mayo. Y no es un asunto difícil de entender en sí mismo, pero sí exige ahondar en el profundo significado que, con algunas 'excepciones', esta fecha tiene para el espacio postsoviético en general y para Rusia en particular, tanto en el aspecto histórico y geopolítico como en el emocional o psicológico.
Cada 9 de mayo, en Rusia y varias otras naciones se conmemora la rendición definitiva del Tercer Reich, firmada ante el Ejército Rojo en ese día de 1945. En algunos países la fecha dejó de celebrarse en tiempos recientes e incluso está prohibido conmemorarla en público. Y es que la fecha conmemorada, 80 años después de los hechos, sigue política, histórica y humanamente muy viva, mal que le pese a algunos.

Más allá del papel estrictamente militar de la Unión Soviética en la derrota de Hitler, que es reconocido (aunque sea a regañadientes) por la aplastante mayoría de políticos del Occidente colectivo y hasta en History Channel; más allá del desbalance cultural que hace que hoy el soldado Ryan sea más conocido en la cultura general occidental que el mariscal Zhúkov, hay algunos aspectos de la, de momento, mayor contienda bélica de la historia, que parecen relegados al olvido y rara vez son tenidos en cuenta a la hora de analizar aquellos hechos y, sobre todo, su estrecha relación con presente y futuro.
El odio a los eslavos
En el ideario racial de los nazis, los eslavos eran considerados subhumanos, igual que gitanos o judíos. No es un hecho muy conocido, pero ningún historiador mínimamente riguroso lo niega. La peor parte cayó sobre los ciudadanos eslavos soviéticos, a los que la jerarquía hitleriana consideraba especialmente subhumanos, por ser eslavos 'contaminados', según ellos, por el judaísmo y el bolchevismo.
El autoproclamado 'führer', en su libro-guía, el Mein Kampf, calificaba a los eslavos como "una raza inferior" y, especialmente después de la invasión de la URSS, la propaganda nazi los presentaba como "subhumanos mezcla de razas y pueblos de nombres impronunciables", "hordas asiáticas" o "tormenta de mongoles".
Hitler calificaba a los eslavos como "una raza de esclavos siempre necesitados de un amo"
Por el contrario, Hitler y sus seguidores guardaban cierta consideración cuando miraban al vecindario occidental. Los británicos eran calificados como "un 60 % arios", un porcentaje superior al que asignaban al propio sur de Alemania, de hecho. Sobre los franceses, desde el hitlerismo los veían como minoritariamente arios en sangre, pero con una huella nórdica que los hacía cercanos racialmente. Sobre la 'raza' noruega, el nazismo hablaba maravillas, y hasta promovió la mezcla racial de alemanes con ellos durante la ocupación del país nórdico.
Es decir, mientras Hitler calificaba a los eslavos como "una raza de esclavos siempre necesitados de un amo", de otros países a los que también Alemania bombardeó o invadió, el führer tenía la opinión de que eran pueblos equivocados pero razas salvables: era partidario de controlarlas o corregirlas, nunca de esclavizarlas ni mucho menos exterminarlas, destino que reservaba a determinados pueblos y naciones.
De la teoría a la práctica: esclavitud y exterminio según el 'Plan General del Este'
Entre los documentos oficiales o precursores del nazismo se encuentran las líneas maestras del plan nazi para los eslavos, con énfasis en los eslavos soviéticos debido al supuesto componente 'judeobolchevique' que veían en ellos. Hablamos de dos ideas surgidas en el siglo XIX: el Lebensraum o "espacio vital", por un lado, y del Drang nach Osten (literalmente, "empujar hacia el Este") por el otro y, sobre todo, de la continuación e implementación oficial de los dos anteriores, ya en manos del nazismo: el Generalplan Ost ("Plan General del Este").
Este plan consistía en la deportación, esclavización o exterminio de los eslavos hasta fijar la frontera alemana en los montes Urales. Aunque el Plan General del Este no llegó a implementarse por la derrota del Tercer Reich y los nazis trataron de destruir los documentos donde se plasmaba, quedaron fragmentos y testimonios suficientes para que ningún historiador mínimamente respetable, por muy antirruso que sea, niegue su existencia y objetivos.
Y por si aún hay dudas, no hay más que analizar la cantidad de masacres y violencia indiscriminada que las tropas hitlerianas realizaron en suelo soviético contra la población local, sin comparación posible ni en número ni en crueldad con las que llevaron a cabo en territorio francés, danés, holandés, belga o noruego, por ejemplo. Unos 16 millones de civiles soviéticos murieron durante la Segunda Guerra Mundial.

Y si el tratamiento de la población civil deja pocas dudas de la existencia e intento de llevar el Plan General del Este hasta el final, el tratamiento de los militares soviéticos a manos de sus 'colegas' alemanes no es menos significativo. Por ejemplo, de los casi seis millones de prisioneros de guerra soviéticos que cayeron en manos de los nazis, 6 de cada 10 cautivos no sobrevivieron, debido a las ejecuciones sumarias, las marchas de la muerte de un centro de detención a otro, el frío, el hambre y las enfermedades producto de las condiciones infrahumanas a las que eran sometidos. Por poner un ejemplo para contrastar, el número de prisioneros de guerra estadounidenses que fallecieron en manos del Tercer Reich ronda el 1 % del total de los capturados.
La guerra terminó; la rusofobia, no.
Esta dualidad tan marcada en el trato de los nazis a sus enemigos incluso se sigue observando cuando la guerra ya había terminado. Al acercarse el colapso del Tercer Reich, tanto los altos mandos como medios del nazismo se disfrazaban, suplicaban, lloraban y hacían lo que fuera para ser entregados a los militares occidentales en lugar de a las autoridades soviéticas. Porque sabían perfectamente lo que habían hecho a cada nación integrante de los países aliados y cómo purgarían sus crímenes según en manos de quién cayeran: o bien picando piedras en Siberia durante 20 años o bien con un discreto retiro en Alemania o incluso trabajando para la NASA o la OTAN.
Es decir, tanto antes, como durante como incluso después, la historia deja claro que la guerra de la Alemania nazi contra la URSS, al contrario que la que Hitler llevó a cabo contra Europa Occidental, fue una guerra de exterminio. Con todo lo que eso implica social, cultural, política y hasta militarmente contra quienes fueron objetivo de ese intento de exterminio.
Una marca que pasa de generación en generación y que moldea a una sociedad hasta el punto de convertirse en, posiblemente, el pegamento que más cohesiona a varias sociedades postsoviéticas. Entre ellas la rusa, que al contrario que otras, ni olvidó ni distorsionó la historia.
La historia deja claro que la guerra de la Alemania nazi contra la URSS, al contrario que la que Hitler llevó a cabo contra Europa Occidental, fue una guerra de exterminio
Y, con razón o sin ella, no reaccionas de la misma forma ante ciertos eventos políticos cuando fuiste objeto de una estrategia abiertamente genocida que se cobró decenas de millones de víctimas entre tu ciudadanía que cuando no. Ni cuando en países de tu entorno las autoridades blanquean o directamente encumbran como héroes nacionales a quienes colaboraron activamente con aquellas políticas de exterminio. Ni cuando derrumban monumentos erigidos a quienes, con un inconmensurable costo humano, derrotaron al nazismo. Ni cuando prohíben conmemorar el 9 de Mayo o sencillamente portar insignias o medallas relacionadas con la fecha.

Todos los hechos mencionados en este artículo y sus interpretaciones no son informaciones confidenciales ni secretas ni inaccesibles: están plenamente disponibles en Internet. Si grandes medios y voceros políticos occidentales las ignoran o pasan de puntillas por ellas no es porque no las tengan a mano.
En años recientes muchos acusan a Rusia de, con el paso de los años, haberse 'apropiado' de los eventos conmemorativos del fin del nazismo para justificar su propia agenda geopolítica, pero quienes así señalan a Moscú, en lugar de resignificar la fecha o restituirle ese significado original presuntamente arrebatado, la ignoran, disimulan, reescriben o, directamente, la prohíben. Y resulta difícil creer que lo hagan sin plena conciencia del impacto y consecuencias que tiene.
Así, en los poderes mediáticos y políticos occidentales no solo no se hace un sincero esfuerzo por entender el profundo significado que la Segunda Guerra Mundial en general y el 9 de Mayo en particular tiene para decenas de millones de ciudadanos rusos o exsoviéticos, sino que más bien el esfuerzo es justo en el sentido contrario. Y ni siquiera hace falta sentirlo de la misma forma o compartirlo, porque incluso sin llegar a entenderlo, basta con respetarlo.
El presente texto es una adaptación de un video realizado por el equipo de ¡Ahí les va!, escrito y dirigido por Mirko Casale
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