
Ecos geopolíticos de un desfile histórico

Pocas veces un desfile del Día de la Victoria en Moscú ha tenido tantos elementos para analizar el presente y futuro geopolítico como el de este año. Por la Plaza Roja desfilaron más de 11.000 efectivos militares, acompañados de casi 200 piezas de equipamiento bélico, entre ellas tanques, misiles y –la gran novedad– drones. Como cada año, varios aviones surcaron los cielos de la capital rusa. Durante casi dos horas, Rusia exhibió su poderío militar pasado y presente. Pero el evento iba mucho más allá de eso.
Desde hace meses, la lista de posibles asistentes era analizada con lupa en todo el mundo. A las presencias y ausencias se les atribuía un significado muy especial. Y resultó que, mientras las ausencias fueron las obvias y esperadas, en las presencias hubo alguna que otra sorpresita.
Como si se tratara de una especie de top-multipolar, entre los asistentes al acto estaban jefes de Estado o de Gobierno de, entre otros, Vietnam, Burkina Faso, Egipto, Palestina, Zimbabue, Etiopía, Bielorrusia, Congo y Mongolia. Latinoamérica estuvo representada a ese nivel por Miguel Díaz-Canel, presidente cubano; Nicolás Maduro, mandatario venezolano y Luiz Inácio 'Lula' Da Silva, jefe de Estado brasilero. Por parte de China, Xi Jinping asistió al desfile, sentado junto al anfitrión, Vladímir Putin.

Además, en el desfile participaron delegaciones de las Fuerzas Armadas de algunas de esas naciones, como la representación china, vietnamita, egipcia o bielorrusa, por mencionar algunos de los 13 componentes militares extranjeros invitados.
Presencias significativas, ausencias previsibles
Hasta ahí, más o menos lo esperado. Al fin y al cabo, casi todos son países que mantienen entre buenas y excelentes relaciones con Rusia, ya sea desde años recientes o desde tiempos de las luchas de liberación anticoloniales en Latinoamérica, Asia y África. Pero también hubo algunas presencias que, no por anunciadas, resultan menos impactantes. Porque se trata de un jefe de Gobierno y uno de Estado con vínculos estrechos con la Unión Europea: uno como miembro y otro como aspirante. Hablamos del primer ministro eslovaco y el presidente serbio, también presentes en el desfile.
Ambos enfrentaron, además, no pocos obstáculos para llegar a Moscú. Y no solo nos referimos a las amenazas de Bruselas con consecuencias, tanto para Eslovaquia (como miembro pleno) como para Serbia (como aspirante). Robert Fico y Aleksandar Vucic denunciaron que Polonia, Letonia y Lituania les cerraron el espacio aéreo a sus vuelos oficiales y tuvieron que dar rodeos que alargaron y complicaron su llegada a la capital rusa. Tan lindas las democracias bálticas, máximas exponentes de los valores europeos...

Los actos conmemorativos tuvieron varios momentos geopolíticamente muy simbólicos. Por ejemplo, el hecho de que Putin y Xi, sentados uno al lado del otro, estuvieran flanqueados por dos veteranos de la Gran Guerra Patria, de 99 y 101 años de edad respectivamente. Señal inequívoca de que tanto en Rusia como en China, dos sociedades en las que el rol de los antepasados es muy tenido en cuenta, entienden que el futuro multipolar está estrechamente ligado con aquellos hechos y sus protagonistas.
Por otro lado, a nadie se le escapó el emotivo abrazo que Putin dio a los altos mandos militares norcoreanos presentes en los actos conmemorativos, gesto que no tuvo con toda la jerarquía castrense presente y que, sin duda, subraya el agradecimiento de Moscú a Pyongyang por su apoyo en la liberación de Kursk, a la vez que simboliza el nivel de alianza alcanzado entre Rusia y la República Popular Democrática de Corea.
En Occidente entendieron que si se limitaban a patalear y protestar contra los actos conmemorativos por la caída del Tercer Reich se les verían demasiado las costuras
Entre las ausencias al acto conmemorativo, lo previsible: la Unión Europea en pleno (salvo la excepción eslovaca), Reino Unido, EE.UU. y Canadá no participaron en los actos y en algunos casos trataron de torpedearlos. Con la 'eurocanciller' a la cabeza, quien dijo "no entender" cómo podía haber gente yendo a Moscú a conmemorar la derrota nazi. Ignorancia para la que, al contrario que varios de sus colegas occidentales, Kaja Kallas no tiene excusa, ya que estudió primaria y secundaria en la Unión Soviética.
Discreto (pero evidente) disgusto en Occidente
Por supuesto, en Londres, Bruselas (y Berlín, ya saben) entendieron que si se limitaban a patalear y protestar contra los actos conmemorativos por la caída del Tercer Reich se les verían demasiado las costuras, por lo que trataron de dar algo de aire a eso que llaman 'día de Europa', fecha que el 95 % de la ciudadanía europea desconoce que exista o no se siente representada por ella y el 5 % restante no podría situar con seguridad en un calendario. El intento de 'reanimación' se llevó a cabo con una serie de desfiles improvisados y con escasa asistencia, con todo el mundo pendiente de los actos en Moscú. Pero bueno, justo es reconocerles que al menos intentaron disimular.

Donde les cuesta bastante más disimular es en Kiev, donde cada mes de mayo desde 2014 sudan grueso tratando de compatibilizar conceptos antagónicos como 'valores democráticos y derechos humanos' con 'colaboracionismo nazi de los nacionalistas ucranianos en la Segunda Guerra Mundial. Como muestra de esa esquizofrenia histórico-conceptual, en la capital ucraniana una anciana fue arrestada mientras depositaba flores en un monumento dedicado a los caídos combatiendo al nazismo, ataviada con una estrella roja en la gorra. Al ser interpelada por ese símbolo por parte de un policía ucraniano, la veterana mujer respondió que la estrella roja sobre su cabeza apenas era visible, pero que al oficial se le adivinaba fácilmente la esvástica con solo mirarlo a la cara. Con abuelas así se entiende mejor por qué en tres años Hitler pasó de ocupar casi toda Europa a ocupar el baño de un búnker.
Dos horizontes muy diferentes
De modo que el balance de los actos conmemorativos por el 80.º aniversario de la derrota nazi queda en que, pese a todos los pesares, en Moscú estuvieron presentes mandatarios que representan a más de la mitad de la población mundial, a la par que, en decenas de ciudades de todo el mundo, marchaban regimientos inmortales en recuerdo de los soviéticos caídos en la IIGM, en algunos casos sorteando prohibiciones expresas, especialmente en el 'jardín' europeo, que cada vez huele más a follaje marchito y seco.
En Moscú se unieron pasado, presente y futuro de varios pueblos, mientras el Occidente Colectivo, en su empeño por olvidar y distorsionar el pasado, sigue comprometiendo su presente y sentenciando su futuro
Como contraste, tenemos a los defensores de los ‘valores europeos’ sin lograr ponerse de acuerdo sobre quiénes ni dónde reunirse y, para más colmo, la visita que lograron consensuar Macron, Merz y Starmer a Kiev solo será recordada por los esfuerzos del presidente francés para ocultar un pañuelo o lo que fuera durante su viaje en tren.
Dicho en otras palabras, en el histórico encuentro en Moscú se unieron pasado, presente y futuro de varios pueblos y naciones, mientras el Occidente Colectivo, en su empeño por olvidar y distorsionar el pasado, sigue comprometiendo su presente y sentenciando su futuro.
El presente texto es una adaptación de un video realizado por el equipo de ¡Ahí les va!, escrito y dirigido por Mirko Casale
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