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Conversaciones de paz: lo que hace falta saber para seguirlas (con calma y cordura)

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Conversaciones de paz: lo que hace falta saber para seguirlas (con calma y cordura)

Por primera vez en tres años, se están produciendo negociaciones directas de alto nivel entre Rusia y Ucrania, lo que que genera tantas expectativas como nerviosismo. Así que preparamos este texto para analizar el contexto actual y el pasado reciente y facilitar su comprensión en cualquier escenario que se dé.  

Para empezar, no conviene albergar expectativas poco realistas ni dejarse llevar por el derrotismo. Este tipo de eventos suelen ser largos, complejos y en muy escasas ocasiones dejan a todo el mundo contento. Ni siquiera todos los integrantes del bando más beneficiado suelen quedar completamente contentos.

Generalmente, aunque en diferente grado, ambas partes terminan haciendo concesiones y estas no siempre caen bien en todos los sectores de la sociedad, especialmente aquellos más involucrados, sea por razones políticas, sociales, económicas, culturales o, directamente, por estar metidos en la zona 'caliente' del conflicto. Esto es normal y, desde fuera, siempre es importante ser comprensivo con los descontentos, pero sin dejarse arrastrar por ellos. Son aconsejables la prudencia y el respeto: no es lo mismo mirar los toros desde la barrera que hacerlo sobre la arena, ya sea como político, como elemento armado o como una mezcla de ambas cosas.

Precedentes frustados

Lo dicho hasta aquí aplica genéricamente para toda resolución negociada a un conflicto armado. Ahora, prestemos atención a algunas peculiaridades del caso que nos ocupa en estos días (o semanas, o meses, o años: eso está por verse).

Para empezar, no es la primera vez que rusos y ucranianos comparten una mesa de negociaciones. Hubo algunos careos incluso tan pronto como en el mismo febrero de 2022, en Bielorrusia. Uno de los miembros del equipo negociador de Ucrania para aquel encuentro fue ejecutado sumariamente de un tiro en la cabeza pocos días después en Kiev por los propios servicios de seguridad ucranianos, que lo acusaron (equivocadamente, además, como se supo después) de doble agente. Noticia que fue ignorada en unos medios hegemónicos que, especialmente por aquellos días, presentaban a Zelenski y su gente como una especie de Martin Luther King eslavo.

Sin embargo, el intento más serio de negociaciones se produjo en marzo y abril de ese mismo año, en Estambul. Allí se avanzó un borrador en el que la mayoría de condiciones rusas serían aceptadas parcial o totalmente por Kiev y las fuerzas militares de Rusia, en señal de distensión, se alejarían de la capital ucraniana. Sin embargo, solo se cumplió lo segundo.

La intervención de los líderes occidentales de entonces, con Boris Johnson a la cabeza, impidió que se avanzara más en la dirección de las negociaciones y desde entonces las armas se impusieron sobre las palabras. Tal como trascendió un par de de años después, la delegación ucraniana llegó a admitir entonces que sus decisiones no dependían únicamente de su gobierno, sino también, especialmente, de sus aliados.

Un escenario muy diferente

Desde aquellas conversaciones hasta hoy pasaron muchas cosas, que hacen que ahora estemos ante un mismo punto de partida, pero mucho más cercano o lejano, según la perspectiva y objetivos de cada quién. Las fuerzas rusas no han dejado de avanzar desde finales de 2022, tras la famosa contraofensiva ucraniana del otoño de aquel año. Cuatro territorios ucranianos hasta 2022 votaron la reunificación con Rusia. Las autoridades ucranianas prohibieron constitucionalmente negociar con el Kremlin. Venció el período presidencial de Zelenski y no se convocaron nuevas elecciones ni Kiev piensa convocarlas de momento. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, sin llegar a quebrarlas, ha tensado y complicado las relaciones ucraniano-estadounidenses. La Unión Europea está cada vez más debilitada y dividida respecto al conflicto y ni en sus sueños más húmedos Bruselas puede suplantar militarmente a Washington.

Haciendo un balance de todo ello, la posición negociadora de Ucrania es hoy mucho más débil que hace tres años y la de Rusia, bastante más fuerte. Así, mientras Moscú puede hacer ciertas concesiones en las negociaciones sin lucir derrotada o débil, Kiev tiene difícil hacer concesiones sin que parezcan una capitulación. Ojo: no hablamos de la prensa hegemónica que, se acuerde lo que se acuerde, de cualquier manera hablará de "humillación rusa" y "determinación ucraniana". Lo que importa en este caso, tanto para Ucrania como para Rusia, es la percepción en sus respectivas poblaciones. Y el desbalance en ese aspecto también es marcado.

Mientras la movilización en territorio ruso es voluntaria y por contrato, en el lado ucraniano las personas son prácticamente (y sin el "prácticamente") cazadas por las calles para ser enviadas al frente contra su voluntad. Mientras la economía rusa se fortaleció pese a las sanciones occidentales, Ucrania depende en casi cualquier aspecto de su economía de la ayuda financiera que le envíen sus socios, cada vez más escasa y condicionada. Mientras Vladímir Putin fue reelecto con un porcentaje récord de votos hace un año, Zelenski no convoca elecciones desde 2019 y trata de lucir 'legítimo' aferrándose a encuestas amigables y espaldarazos públicos de líderes de la Unión Europea. Mientras el tiempo y la realidad en el terreno juegan a favor de Rusia, para Ucrania hasta su propia futura condición de Estado se pone en entredicho con cada hora que transcurre.

En 2019, Zelenski ligó definitivamente el destino de Ucrania y el suyo propio al de los grupos armados nostálgicos del nazismo

Así, mientras las autoridades rusas pueden hacer concesiones en estas negociaciones sin temer grandes consecuencias negativas ni para sí mismas ni para su país, para las ucranianas se trata de, literalmente, una cuestión de vida o muerte. Empezando por el propio Zelenski. Una situación personal que el excomediante comenzó a vivir no hace tres años, sino seis.

Poca soberanía y malas decisiones

El expresidente ucraniano llegó al poder en 2019 tras ser elegido con enorme ventaja, prometiendo que negociaría la paz en el Donbass con quien fuera necesario, Rusia incluida. Sin embargo, poco después de asumir el cargo, el recién llegado visitó el frente y allí entendió que él podría ser todo lo presidente que quisiera, pero no era el que mandaba en el país. Las milicias neonazis lo desafiaron, con cámaras de testigo y, más trascendente aún, le dejaron claro quiénes ostentaban el poder real en Ucrania. Y Zelenski, lejos de enfrentarse a esa realidad, decidió aceptarla sin rechistar.

Fue en ese año y no en 2022, cuando el entonces recién electo presidente ligó definitivamente el destino de Ucrania y el suyo propio al de los grupos armados nostálgicos del nazismo. Y si en las negociaciones acuerda algo que esos grupos (hoy mucho más empoderados que entonces) consideren traición o capitulación, serán ellos mismos quienes le cobrarán la factura, de la única manera que saben hacerlo. Esto también explica la tozuda negativa de Zelenski durante años a negociar con Moscú y su preferencia por proseguir la guerra. Rechazo a la diplomacia que solo lograron quebrar las presiones desde Washington y la incapacidad de Bruselas y Londres para garantizarle a Kiev el mismo nivel de apoyo.

Zelenski tendrá que explicar a miles de familias que lo eligieron presidente 'de la paz' por qué perdieron a uno o varios de sus integrantes defendiendo algo que posteriormente él aceptó entregar

Pero incluso suponiendo que el banderismo incrustado en el Estado ucraniano le perdonara sus futuras concesiones ante Moscú, no es solo a ellos a quien Zelenski tendrá que dar explicaciones muy difíciles, de llegar a buen puerto unas negociaciones. Tendrá que explicar a sus conciudadanos por qué la Rusia que les prometió que quebraría está hoy en una posición económica con mejores perspectivas que las que tenía en 2021, mientras que lo que quede de Ucrania para cuando todo esto termine no será más que un Estado hipotecado por décadas a potencias extranjeras, cuya máxima aspiración geopolítica, si acaso, podrá ser la de llegar alguna vez a acompañar a Bulgaria o Rumania como nueva Cenicienta de la Unión Europea.

Tendrá que explicar a miles de ucranianas dónde están sus esposos, padres, hermanos o hijos, secuestrados por las autoridades y enviados a un frente del que nunca regresaron o regresaron sin brazos, sin piernas o mentalmente quebrados. Tendrá que explicar a miles de familias que lo eligieron presidente 'de la paz' por qué perdieron a uno o varios de sus integrantes defendiendo algo que posteriormente él aceptó entregar.

Además, cuanto más se despeje el humo de la guerra y más se abran paso las negociaciones, más serán las explicaciones que tendrá que ofrecer Zelenski. Y la más difícil, entre todas ellas, será explicar por qué no evitó todo lo sucedido durante estos últimos tres años, aceptando negociar en 2022, cuando todavía tenía cómo hacerlo con un mínimo de soberanía.

El presente texto es una adaptación de un video realizado por el equipo de ¡Ahí les va!, escrito y dirigido por Mirko Casale

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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