El Instituto Ucraniano de la Memoria Nacional y su guerra contra Pushkin
En el mundo posmoderno, la realidad de los hechos supera cualquier ficción propagandística. Si usted aprende ucraniano y visita la página https://uinp.gov.ua/, que es uno de los sitios oficiales del gobierno de Kiev y corresponde al Instituto Ucraniano de la Memoria Nacional, seguramente se asombrará por varias noticias, que parecen mentiras mal intencionadas del enemigo para desprestigiar a la "joven democracia ucraniana". Pero es verdad. El Instituto Ucraniano de la Memoria informa, por ejemplo, que durante el último año se lograron destruir en el país "como mínimo 34 monumentos a Pushkin". Aparte de eso, cambiaron los nombres a 7.652 ciudades, aldeas, calles y plazas de Ucrania, eliminando todo lo "ruso" y "comunista".
Además de la exitosa demolición de monumentos de Pushkin, el Instituto de la Memoria se jacta en su informe anual de la destrucción de nueve monumentos al escritor soviético Máximo Gorki, cuatro monumentos al autor de 'Cómo se templó el acero', Nikolái Ostrovski, quien resultó ser un ucraniano incorrecto, cuatro monumentos al gran estratega y héroe militar ruso del siglo XVIII Alexánder Suvorov y cerca de veinte memoriales y monumentos dedicados a los soldados soviéticos que liberaron a Ucrania del fascismo hitleriano. Como una hazaña especial y "un ejemplo de la descolonización del espacio público", se menciona el desmontaje del monumento en Odesa a la emperatriz rusa Catalina, quien fuera la fundadora de esta ciudad portuaria en 1794, cuando la palabra "Ucrania" se usaba solo para definir las tierras fronterizas en el sur del Imperio Ruso.
También el Instituto de la Memoria reconoce un problema: el fracaso de quitar el nombre del compositor ruso Piotr Chaikovski a la Academia Nacional de Música, ya que la comunidad académica y estudiantil votó en contra de ese cambio. Según los redactores del informe, "por postergar" el renombramiento se emite la "recomendación" de "trabajar más con las universidades", "sobre todo con algunas" donde "los rectores puedan realizar presiones sobre los profesores y estudiantes".
Descifrando este delirio nazi, se trata de una exigencia para reprimir a los académicos y estudiantes por el atrevimiento de no seguir las órdenes del Estado fascista y no permitir que los conviertan en parte del rebaño descerebrado en el que el régimen de Volodymyr Zelensky trata de convertir a toda la sociedad ucraniana.
El Instituto Ucraniano de la Memoria Nacional y su política cultural no es una casualidad, ni un error, ni mucho menos una estupidez de los funcionarios del Estado. Es una de las partes esenciales del proyecto político, conocido como "Ucrania Independiente", que tenía que producir en el territorio de una hermosa República de la ex-URSS, lugar de una increíble riqueza natural y humana, una especie de hoyo negro destinado primero a destruir a su propia memoria y los escasos restos de su propia soberanía y, luego, a convertirse en un Estado-provocador cuyo único objetivo fuera desestabilizar y provocar a los vecinos.
El plan de la conversión de Ucrania en una dictadura nazi se inició mucho antes del Golpe de Estado del Maidán en 2014. El Instituto Ucraniano de la Memoria Nacional fue creado en el 2006 por el Ministerio de Cultura de Ucrania durante la presidencia de Viktor Yuschenko, el primer jefe de Estado que optó por una política exterior totalmente prooccidental y en la interior dio un salto desde un vago y confuso nacionalismo al nazismo puro y duro. Justo en ese momento, nace tal vez la más criminal y absurda de la leyes ucranianas, la que iguala al fascismo alemán con el comunismo, prohibiendo estrictamente el uso de sus símbolos, lo que significó en la práctica una rápida y libre difusión de las esvásticas y otros signos nazis entre los partidarios del gobierno, sobre todo en las Fuerzas Armadas, bajo el riesgo de ser víctima de paramilitares de ultraderecha en la calle o de pasar varios años en la cárcel para quienes se atrevieran a sacar la bandera roja de sus antepasados, vencedores del fascismo.
Por una propuesta de este mismo Instituto, en el 2007, el presidente de Ucrania concedió el título de "Héroe de Ucrania" a Román Shujévich, criminal nazi, líder de la Organización de los Nacionalistas Ucranianos y jefe militar del batallón Nachtigal de las fuerzas hitlerianas. Un año más tarde, en el 2008, en Ucrania se levantó el primer monumento a los soldados de la división de las SS "Galizien", que se destacaron por masacrar a los civiles soviéticos y, en solo dos años, en enero de 2010, Stepán Bandera, el líder nazi y colaborador de Hitler más famoso, recibió del presidente del país el título de "Héroe de Ucrania". Obviamente, los EE.UU. y Europa, como siempre tan preocupados por las "violaciones de los Derechos Humanos" en todo el mundo, no dijeron ni mu.
El Instituto Ucraniano de la Memoria Nacional no solo estuvo presente en todos estos eventos, sino que tuvo un rol de supervisor supremo, muy por encima de cualquier ministerio, con una clara tarea de ser la Inquisición política contra cualquier herejía prorrusa o comunista.
Parece que los últimos acontecimientos políticos deberían acostumbrarnos a la indolencia y el cinismo, pero me cuesta mucho entender esta lógica con la que un organismo de un Estado nazi, dedicado a combatir, destruir y luego enterrar nuestra memoria histórica, tenga que llamarse exactamente "Instituto de la Memoria", en lugar de algo menos sugerente tipo "Hermandad de Demoliciones Rápidas" o "Club de Amantes Arios de las Armónicas".
¿Cuál debe ser el grado del desprecio por la gente para tratar de revivir casi literalmente la peor pesadilla del siglo pasado, creyendo ellos que nosotros no aprendimos nada, que no entendemos nada y que no haremos nada hasta que no se cierren las puertas de las nuevas cámaras de gas que nos esperan?
Para poder destruir todos los monumentos y los recuerdos del pueblo ucraniano, primero hubo que destruir su educación. Las semillas de la arrogante ignorancia para las generaciones que tuvieron muy mala suerte con el lugar y el momento de nacer ya brotaron por toda Ucrania, asegurando a la muerte su abundante cosecha. Los especialistas saben cuán duro y lento suele ser el tratamiento de los problemas mentales, y qué increíble es el poco de tiempo que se necesita para volver loco a alguien. En el laboratorio ucraniano, la psicología fascista de nuestros tiempos realiza su más exitoso y sangriento experimento. La locura ya no se ve como tal. Los crímenes ya no se ven tan crímenes, porque bajo la actual hipnosis nazi, a todo se le puede agregar un maldito "pero"... Para que las nuevas generaciones desconozcan sus raíces, olviden su idioma, traicionen a sus abuelos. Para que se acostumbren a confundir las consecuencias con las causas, a Putin con Pushkin, el valor infinito de sus jóvenes vidas con los negocios de su gobierno asesino, que se lucra envenenando, cazando y masacrando a su juventud.
Tal vez visitando la página oficial del Instituto Ucraniano de la Memoria Nacional, usted, a pesar de tanta propaganda de la "prensa mundial democrática" entienda por qué sin la derrota total y final del régimen de Kiev, ni Ucrania, ni Rusia, ni Europa, ni el planeta tendrán ni el más mínimo chance para la paz.
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