Vida entre mareas
En la región española de Galicia, al noroeste del país, sus impresionantes paisajes abiertos al océano Atlántico además de increíbles vistas albergan un sinnúmero de oficios ligados al mar y a sus peligrosas costas. Sin embargo, pese a que esta tierra es famosa por la alta calidad de su pescado y marisco, hoy en día, su sector pesquero no atraviesa su mejor momento.
Entre esos oficios destaca el de los percebeiros, quienes en cada marea se juegan la vida para arrancar de las afiladas rocas los percebes, un producto que se paga a precio de oro, difícil de conseguir y escaso.
El percebeiro Manuel Reiriz González, explica que siempre se está en tensión "porque el mar es un medio hostil". Se trata de un oficio peligroso, en el que los trabajadores tienen escasas horas para conseguir un cupo limitado de este marisco utilizando únicamente una raspa, un utensilio de metal que se usa para desprender el percebe, y una bolsa de red para guardarlos.
"Vivimos nuestra vida pendiente de un hilo siempre, forma parte de nosotros. El peligro te llega a enganchar"
Manuel sostiene que el oficio del percebeiro "es una pasión". "Vivimos nuestra vida pendiente de un hilo siempre, forma parte de nosotros. El peligro te llega a enganchar", afirma. Junto con su hermano Fidel, son percebeiros de tercera generación, después de su abuelo y su padre.
El peligro puede llegar en cualquier momento, asegura Fidel: "Cuando [el mar] está bravo y te pilla, no tiene compasión. Es como si fuera un psicópata, te revienta vivo, no para y bate, bate, bate".
Las lonjas: el centro de la vida pesquera
Las lonjas son mercados públicos situados en los puertos a los que llega todo el marisco y el pescado capturado en el día, donde se reúnen vendedores y compradores para cerrar acuerdos a través de subastas.
Es un buen termómetro para conocer cuál es el estado de la industria pesquera en España. Allí, el propietario de una pescadería, Gaspar Avilés, alerta: "Yo pienso que el mar está agotado, ahora mismo. Con una subasta que hace cinco años duraba tres o cuatro horas, ahora mismo en media hora se ha acabado, se ha agotado".
"Nos están marcando unas directrices gente que no entiende de mar"
Gaspar cuenta que los precios son los más caros que recuerda y que, además, cada vez hay menos pescado. Hasta esa lonja llegan barcos pesqueros todos los días, cada vez menos, porque ya no les sale rentable. "Seis barcos se jubilaron, nadie cogió esos barcos, están a la venta. No hay relevo generacional", lamenta Gaspar.
Restricciones europeas
El armador del barco pesquero Manilo, Francisco, explica que el principal problema que hoy tiene la industria pesquera son las continuas trabas y restricciones de las administraciones europeas. "Está muy crítico el tema. Los pescados que hay en la mar no nos los dejan pescar. Del año pasado a este redujeron el 25 % de la cuota de sardinas", dice.
Las restricciones han ido en aumento para evitar la sobreexplotación, se ha limitado el número de barcos que pueden pescar, también las capturas, a su vez se han reducido el número de días que se puede salir a faenar.
De una opinión parecida es Gaspar, que sostiene que "están marcando unas directrices gente que no entiende de mar".
"Un marinero aquí puede ganar más que cualquier persona en una fábrica, o un camarero, el doble"
Sin embargo, el patrón del Manilo, Daniel Buceta, se siente un privilegiado. Trabaja cuatro días a la semana y el salario es bueno: "Yo pienso que estamos bien. Un marinero aquí puede ganar más que cualquier persona en una fábrica, o un camarero, el doble".
Sin embargo, faltan marineros en el sector. Entre otros motivos porque el oficio requiere pasar casi la mitad del año fuera de casa en otras provincias españolas. A lo que se suma el frío o trabajar de noche.
Se trata de un modo de vida que ha desestructurado familias y creado cicatrices, como cuenta el marinero jubilado Crisanto García, que empezó en el oficio a los 14 años y se retiró a los 55. "Es un poco penoso eso porque cuando vienen los hijos y preguntan que cuando viene papá, papá no viene nunca, y preguntan por ti. Y es la vida así, hay que trabajar", relata y asegura que no volvería a esa vida. "Es una vida perdida", concluye.
Fe y tradición alrededor del mar
Alrededor del mar se ha bruñido a lo largo de las décadas la tradición de estas tierras. La virgen de los marineros, la virgen del Carmen, es adorada por distintos pueblos gallegos y del resto de España.
"Estamos todo el año esperando este día porque desde que nacemos hasta que morimos la llevamos siempre presente. En mi vida la fe es muy importante, porque es una guía, es como un faro, no sabes qué día te puede pasar algo y teniendo fe y creyendo lo llevas de otra manera, te sientes más seguro", trata de explicar Manuel Reiriz, que preside la cofradía de Aguiño.
"Todo el que vive del mar era pensar que se acababa el mar, que se iba a morir todo"
Durante la festividad de esta virgen muchos recuerdan a los que ya no están, a los que el mar se llevó. Es el caso de Rogelio, que cuando tenía 14 años, hace más de dos décadas, perdió a su padre en un accidente marítimo cuando salió a pescar con su hermano un día que había oleaje.
Sin embargo, las tragedias no solo vienen de mano de la naturaleza. Así pasó en 2002, cuando un petrolero a la deriva vertió 63.000 toneladas de fuel en las costas gallegas provocando la mayor catástrofe ambiental de la historia de España.
La mariscadora Sandra Portas lo recuerda como si fuera el fin del mundo: "Veías a los animales morirse: aves, peces. Yo veía que eso era el fin del mundo", rememora. Lo mismo recuerda su colega María Fontán, que afirma que "todo el que vive del mar era pensar que se acababa el mar, que se iba a morir todo".
El lado positivo fue la reacción de sus compatriotas, que desarrollaron uno de los movimientos colectivos espontáneos más recordados de España, con gente llegando de todo los puntos del país para proteger la naturaleza: "Me emociona saber que la gente se volcó de esa manera para poder salvar un poco el mar", reflexiona María.
María y Sandra desarrollan otro de los oficios fundamentales de las costas gallegas, el de mariscadoras. Un oficio que ahora se ha profesionalizado: se necesita una licencia y no pueden exceder cuotas de captura de marisco o faenar en horario no autorizado. Pero sigue pesando la precariedad con salarios que no superan los 900 euros mensuales, junto a la escasez de producto en el mar.
"Aquí no hay futuro, no creo que yo ni siquiera me jubile aquí. Lo veo complicado el mar ahora mismo", resume Sandra, quien, sin embargo, no cambiaría su trabajo por ningún otro en el mundo.