Actualidad

El 'ángel de la muerte' en la calle de al lado: el paso de Josef Mengele por Argentina

Publicado:
Recordamos el destino de uno de los nazis más buscados del planeta, en el marco de nuestra cobertura especial del 80 aniversario de la victoria sobre el nazismo.
Descargar video

A sus 98 años, Lea Zajac sigue llevando el número tatuado en la piel. Ese mismo tatuaje la condenó —y, paradójicamente, la salvó— en Auschwitz-Birkenau.

"El doctor Mengele tuvo con sus dedos de araña venenosa este brazo, dictándole a la secretaria el número para ir a la cámara de gas", recuerda, mientras se palpa la marca azulada. Tenía 18 años cuando, el 27 de enero de 1945, el Ejército Rojo liberó el campo. Ocho décadas más tarde, su voz todavía tiembla.

La noche anterior a su traslado definitivo a las cámaras, una compañera enferma murió en la barraca. Alguien —nunca supo quién— cambió el número del cadáver por el suyo. "A la madrugada siguiente venía el camión a buscar las candidatas para la cámara de gas, muertas o vivas, era igual, eran para el mismo fin. De manera que se fue en mi nombre, se fue ella y yo quedé otra vez viva", relata. Aquella alteración fortuita escribió el resto de su vida.

Refugio en el Río de la Plata

Como miles de sobrevivientes judíos, Lea eligió comenzar de nuevo en la Argentina. Pero el país que le abrió las puertas también recibió a algunos de sus verdugos. Entre ellos, el médico que la había condenado.

Josef Mengele llegó a Buenos Aires en 1949 con un pasaporte de la Cruz Roja a nombre de "Helmut Gregor". Al principio malvivió en pensiones porteñas y hoteles para inmigrantes, hasta recalar en Olivos, un suburbio arbolado al norte de la capital. Allí, "techos a dos aguas, jardines, se escuchan pajaritos, vuelan mariposas, es todo paradisiaco", describe la periodista y escritora Miriam Lewin durante un recorrido por la zona. En esa misma casona, según testimonios, realizaba abortos clandestinos y pequeñas intervenciones quirúrgicas para sostenerse.

Con el envío constante de remesas y maquinaria agrícola que su familia le despachaba desde Alemania —más una sociedad con médicos locales en un laboratorio—, Mengele prosperó. El dinero le permitió mudarse a una residencia todavía más ostentosa en Vicente López y, en 1958, casarse en Colonia del Sacramento (Uruguay) con Martha Mengele, viuda de su hermano.

Vecindad siniestra

En aquellas mismas cuadras residía otro protagonista de la Solución Final: Adolf Eichmann, el "arquitecto del Holocausto".

Oculto bajo la identidad de Ricardo Klement, Eichmann llevaba una vida casi anodina, pero sus cuatro hijos conservaban el apellido real. "Decían que convivían aquí con su tío —cuenta Lewin—; eso llamaba la atención". Una adolescente, hija de un sobreviviente, lo reconoció. La pista llegó al Mossad. En mayo de 1960, agentes israelíes lo secuestraron y lo trasladaron a Jerusalén, donde fue juzgado y ejecutado.

¿Por qué no corrió Mengele la misma suerte? Entre los investigadores prevalece la hipótesis de que, con la captura de Eichmann, Israel consideró suficiente el golpe simbólico al nazismo. Para entonces, explican, la prioridad estratégica pasaba a ser la Guerra Fría y la creciente "amenaza soviética". Mengele alcanzó a escapar primero a Paraguay y luego a Brasil, donde murió ahogado en 1979 sin haberse enfrentado jamás a la justicia.

Memoria que camina

Caminar hoy por estas calles es viajar al pasado y repasar una historia para muchos desconocida. Hay vecinos que seguramente no imaginan que uno de los más crueles criminales nazis caminó por estas mismas calles. La voz de Lea Zajac, sin embargo, sigue viva, recordando al mundo que los crímenes no desaparecen con la distancia ni con el tiempo.

comentarios