Este jueves se cumplen 33 años del conocido como crimen de Alcàsser, el caso más mediático de España que, a pesar del tiempo transcurrido, todavía sigue con cabos sueltos.
El 13 de noviembre de 1992 las adolescentes Miriam, Toñi y Desirée, fueron secuestradas. Casi tres meses después se encontrarían sus cuerpos. Habían sido torturadas, violadas y asesinadas de la manera más cruel.
Solo una persona, Miguel Ricard, fue juzgado y condenado a 170 años de prisión, de los que cumplió 21. Quedó en libertad en noviembre de 2013. Sin embargo, nunca se dio con el paradero de quien se consideró desde el principio el principal perpetrador: Antonio Anglés.

Más de tres décadas después nuevos indicios y la ayuda de tecnología que no estaba disponible en los años 90 pueden ayudar por fin a solventar algunas de las incógnitas que todavía a día de hoy envuelven el caso.
¿Qué pasó?
La noche de ese 13 de noviembre, viernes, las tres amigas se dirigieron haciendo autostop, una práctica habitual en la época, a una discoteca de la vecina localidad valenciana de Picassent para acudir a una fiesta de su instituto, cuando se les perdió la pista.
75 días después, el 27 de enero, dos apicultores encontraron sus cadáveres semienterrados en una zona de difícil acceso. Su autopsia reveló todo tipo de vejaciones y violencia sexual.
Las investigaciones, tirando del hilo de un volante médico hecho pedazos encontrado junto a la fosa de las menores, apuntaron desde el principio a que el macabro crimen había sido cometido por dos delincuentes comunes: Antonio Anglés y Miguel Ricard, de 26 y 23 años en aquel momento.

Anglés huyó, saltando por la ventana cuando los agentes llegaron a su domicilio, y todavía se encuentra en paradero desconocido, si bien se estima que se le perdió la pista a bordo de un barco. Por su parte, Ricard fue arrestado, juzgado y condenado en medio de una intensa exposición mediática que marcó toda una época en España.
¿Nuevos hallazgos?
A pesar de las conclusiones del juicio, 33 años después todavía queda entre la ciudadanía española dudas sobre lo que ocurrió aquella noche. Entre ellas si todos los hechos tuvieron lugar en el paraje conocido como La Romana, si hubo errores en la recogida de pruebas, si se manipuló la escena del crimen o si existió la participación de más personas.
Lo cierto es que hay nuevas pruebas que han aparecido muchos años después de los asesinatos y que otras, ya existentes, están siendo analizadas con la tecnología actual.
Esto último es lo que persigue Félix Ríos, criminólogo y perito judicial que forma parte de una de las acusaciones populares en el caso de Anglés, todavía abierto. En el podcast Animales Humanos contó recientemente que solicitaron y consiguieron la autorización de la jueza para "hacer pruebas forenses modernas con respecto a esos puntos oscuros". Por el momento solo tiene el resultado de una de ellas, la reinspección de los coches, donde han encontrado sangre, un elemento que en su día no se halló.

También bajo lupa se encuentra el hallazgo de varios perfiles de ADN en el cuerpo y la vestimenta de las tres adolescentes. En su día no fueron contrastados con las propias víctimas y hasta el momento se desconoce su procedencia. El caso es que se apunta a dos culpables, pero se encontraron restos genéticos de al menos cinco personas.
Igualmente se ha hablado mucho sobre la presunta ausencia de sangre en los elementos relevantes de la escena del crimen, que a la luz de los avances científicos ahora se estima que quizá sí hubiera restos, pero que no fueron descubiertos, como sucedió con la sangre que se acaba de hallar en uno de los coches involucrados.
Pistas recientes
A esa revisión hay que sumar el hallazgo de varias pruebas muchos años después de la comisión de los delitos. El primero de ellos llegó en febrero de 2017, cuando personal que iba a grabar un programa con motivo del 25 aniversario del crimen encontró un diente junto a la fosa que albergó los cuerpos.
Aunque los investigadores dieron por hecho que pertenecía a una de las tres menores, no se pudo extraer ADN de él y por el momento no se ha podido confirmar su origen.
Otra prueba apareció todavía más tarde. En junio de 2019, una pareja que paseaba por el lugar encontró unos restos óseos que les parecieron sospechosos. Tras su análisis, se supo que eran cuatro falanges que pertenecían a Miriam y que habían sido pasadas por alto durante el levantamiento de los cuerpos.
Vodevil mediático
Muchas voces concuerdan en que, coincidiendo con el hallazgo de los cadáveres, el 27 de enero de 1993 nació en España la telebasura en sus niveles más elevados.

Esa misma noche, la conocida periodista Nieves Herrero trasladó su plató a Alcàsser. Subió a los familiares de las niñas al escenario y allí, delante de un público compuesto por buena parte de los vecinos del pueblo, se iban dando a conocer los macabros detalles del levantamiento de los cadáveres ante el llanto de los allegados y los aplausos de los asistentes cuando se anunciaba un avance o detención.
Tanto la búsqueda de las niñas, como la investigación y el posterior juicio tuvieron una presencia abrumadora en los medios en aquellos años, desvelando detalles que las familias de algunas de las víctimas denunciaron como daños a su honor e intimidad y dando pábulo a todo tipo de teorías alternativas a la versión judicial.
Teoría de la conspiración
Precisamente una de esas teorías ocupó miles de minutos televisivos de la mano de Fernando García, padre una de las víctimas: Miriam; y de un periodista, Juan Ignacio Blanco, que desde el primer momento se unió a su tesis.
Ambos cuestionaron el trabajo de la Guardia Civil, de los forenses, fiscales y jueces y desarrollaron una hipótesis conspiranoica que sostenía que Anglés y Ricard eran dos delincuentes comunes a sueldo de una organización criminal dirigida por empresarios y políticos que les habría pagado por la grabación de videos 'snuff', es decir, grabaciones de torturas y asesinatos reales.
Sus reiteradas intervenciones televisivas en las que insultaban a prácticamente todos los intervinientes en el caso y en las que llegaron a decir los nombres y apellidos de varios empresarios que a su juicio dirigirían esa trama criminal, les acarreó diversas denuncias e inclusos condenas judiciales.
A día de hoy el caso ha quedado en el imaginario colectivo de varias generaciones de españoles. La cobertura mediática contribuyó, basada en el morbo —se llegaron a enseñar fotos de las autopsias—, a dañar a familiares de las víctimas y a constreñir en cierta manera la libertad de muchas mujeres jóvenes.
Tras más de una década de explosión de libertad tras el final de la dictadura franquista, a partir de entonces el mensaje volvía a ser el de que las mujeres debían evitar exponerse circulando de noche o solas, volviendo un control y un miedo que no experimentaban los hombres.








